Es
difícil precisar en qué momento de tu vida te das cuenta de la luz
que ilumina el alma, anunciando una finalidad en este camino por la
materia. Es de esperar que suceda lo mismo a muchísima gente; y es
resultado de la experiencia, percibir o intuir de que es probable que
esta luz surja con intensidades o brillos diferentes em cada uno de
nosotros. Todo parece depender del nivel de entendimiento que podamos
tener de la sabiduría que viene de la Creación.
Teorías
hay bastantes, y no todas serán afluentes del mismo río que tiene
por nombre, “verdad”.
Lo
cierto es que me di por aludido, con relación a mi camino, en algún
momento de mi adolescencia, cuando me empezaban a salir “pelos
en la cara”. Y mi luz nuca me
abandonó, enseñándome el sentido por dónde debería caminar,
aunque aún no conocía la dimensión de la lucha que iría trabar
com mi ego. En poco tiempo descubrí la cruda realidad de mis
derrotas y no pude dedicarme a mi camino con el rigor y lujo, en la
misma medida en que este se mostraba.
Pero
nunca me di por vencido y, en esta tercera etapa del andante, por
fin, me encuentro con las fuerzas y la entereza espiritual necesaria
para enfrentarme a la guerra final, buscando la derrota de lo que
obstruye el paso del sendero que me llevará al tesoro más apreciado
por mi alma.
Hablo
de la Educación, de esta dulce princesa que nace del matrimonio de
la Sabiduría con el Entendimiento, teniendo la mente por templo en
la refinada celebración y la tal luz como oficiante, rebosante en
esplendor. Su belleza deleita el alma cuando se acepta, en la
humildad, que nada se crea por quien es creado.
No
hay escuelas ni profesiones que se aprendan con maestros más
elevados en doctrina que esta princesa. Todo lo que se construye en
la sociedad de los humanos no proviene de ella, que es sutil en el
fondo y bello en las formas, no transgrede el orden divino y mantiene
el equilibrio de los opuestos. La Educación no se genera em la
materia, se regocija en ella; es el resultado del dar para recibir y
de recibir para dar, sin intenciones mezquinas y sin las
conveniencias de la pasión.
Educar
es mostrar, enseñar, ayudar a abrir las puertas del intelecto
lubricando sus bisagras, y no cerrar ninguna. Para educar es
necesario entender la relación
del ser con el existir, es
educarse doblegando el ego
infinitamente, dos
procesos que duran y deben ser continuos em este pasaje por la vida.
Si
el indivíduo se encuentra en tales trabajos, involucrado en estos
menesteres, abrirá de para en par el corazón y estará capacitado
para educar, pues apartará de si lo que conviene y satisface a su
ego y se sentirá un eterno aprendiz de los atributos y caminos
creados por “Hashem”.
Llevo
sumergido en estos sentires del alma, en estas aguas, desde los
quince años, y apartado de muchas imposiciones sociales (no de
todas), desde los últimos quince.
Por
lo tanto, es mi propósito intimar con esta princesa, si su gracia me
es dedicada. Mientras más la sienta em mí, más la sentiré em el
prójimo; mientras más la distinga em los rincones del mundo, más
próximo de mi finalidad estaré: distinguir y entender los Atributos
creados por “Adonai”.
Rivera
Carnero, J.L.
ILUSTRACIÓN: