El jabón
La palabra
jabón procede de latín tardío “sapo, -ōnis”, y este del germánico “saipôn”. Es el significante relacionado
con el producto que sirve para la higiene personal y para lavar determinados
objetos.
Nos lo
podemos encontrar con varias formas y características: en pastilla, en polvo,
en líquido o en crema. Tradicionalmente es un material sólido, soluble en agua,
un compuesto seco, resultante de una reacción química entre un álcali
(generalmente hidróxido de sodio - soda
cáustica – o de potasio) y algún ácido graso; esta reacción se denomina “saponificación”. El ácido graso puede
ser de origen vegetal o animal, por ejemplo, manteca de cerdo o aceite de coco.
La forma líquida es el jabón "disuelto" en agua, en este caso su
consistencia puede ser muy viscosa o muy fluida.
Los
jabones ejercen su acción limpiadora sobre grasas en presencia del agua debido
a la estructura de sus moléculas. Éstas tienen una parte liposoluble y otra
hidrosoluble.
El
componente liposoluble hace que el jabón moje
la grasa disolviéndola y el componente hidrosoluble hace que el jabón se
disuelva a su vez en el agua.
Las
manchas de grasa no se pueden eliminar sólo con agua por ser insolubles en
ella. El jabón en cambio, que es soluble en ambas, permite que la grasa se
diluya en el agua.
Cuando un jabón se disuelve
en agua disminuye la tensión superficial de ésta, con lo que favorece su
penetración en los intersticios de la sustancia a lavar. Por otra parte, los
grupos hidrofóbicos del jabón se disuelven unos en otros; mientras que los
grupos hidrofílicos se orientan hacia el agua generando un coloide, es decir,
un agregado de muchas moléculas convenientemente orientadas. Como las micelas coloidales están
cargadas y se repelen mutuamente, presentan una gran estabilidad.
Un poco de historia
Los
pueblos antiguos conocían cómo elaborar jabones, pues eran ya utilizados desde
el año 2.800 a.C. Durante una excavación realizada en la ciudad de Babilonia
(sus ruinas se encuentran en la provincia iraquí de Babil, 110km al sur de
Bagdad), fueron encontrados restos de jabón en unos cilindros de arcilla. En
esos cilindros había unas tallas que describían el proceso de hervir las grasas
con ceniza, método ancestral de fabricación de jabón.
Los fenicios lo fabricaban con aceite de oliva y soda cáustica
(o carbonato de sodio) obtenida a partir de las cenizas de la combustión
de plantas halófilas (plantas que viven en las salinas) como la salicornia o la
salsola (género botánico de la familia Amaranthaceae). Recetas parecidas se seguirían utilizando en Siria.
El jabón sirio, procedente de la ciudad de Alepo, antiguo
territorio fenicio, se sigue fabricando hoy día con el mismo método tradicional
y con aceite de oliva y aceite de laurel.
Los egipcios se frotaban con la
mezcla obtenida del natrón
(un carbonato de sodio
mineral extraído de los lagos salados después de la evaporación del agua),
tierra de batán (una arcilla poco elástica que tiene la propiedad de absorber
las materias grasas) y altramuces machacados remojados en agua de lluvia.
Nota 1: altramuz.
(Del ár. hisp. attarmús, este del ár. clás. turmus, y este
del gr. θέρμος).
m. Planta anual de la familia de las Papilionáceas, que crece hasta poco más
de medio metro, con hojas compuestas de hojuelas trasovadas, flores blancas y
fruto de grano menudo y achatado, en legumbre o vaina. Es buen alimento para el
ganado. También las personas comen la simiente o grano después de habérsele
quitado el amargor en agua y sal.
m. Fruto de esta planta
El jabón europeo
Los germanos y los celtas
utilizaban grasa de cabra y cenizas de abedul para fabricar sus jabones. El
jabón era, según el historiador romano
Plinio, un invento galo. Los galos fabricaban sus jabones con cenizas de haya y
sebo o grasa de jabalí y lo usaban según Plinio para teñirse sus largas melenas
de rubio o pelirrojo.
El olor de la grasa rancia
les resultaba bárbaro a los romanos, que como los griegos y etruscos se lavaban frotándose por el cuerpo una mezcla de aceites aromáticos y arena o ceniza que luego eliminaban con un estrígil.
Nota 2: Estrígil o estrígila
Barra de metal en bruto utilizada en épocas antiguas para raspar el cuerpo
con la finalidad de quitar grasas y suciedad.
Estrígil o estrígila
En el
siglo III a.C. se fabricaba en Arabia un
jabón mediante la cocción de una mezcla hecha con potasa, álcali proveniente de
cenizas, aceite de sésamo y limón.
Hay quien
asegura que los cruzados introdujeron en el siglo XI el jabón en Europa Central
desde Alepo. Los fenicios tuvieron tratos comerciales con Europa antes de los
tiempos romanos, así que seguramente este tipo de jabón habría llegado mucho
antes a las ciudades costeras como Nápoles, Marsella, Cartagena o Cádiz, aunque
es cierto que, en la Baja Edad Media, no fue muy utilizado debido a su precio y
a la falta de higiene, por lo que se
originaron grandes epidemias que diezmaron a la población, como la peste
negra del siglo XIV.
A finales del siglo X, en
Al-Andalus, los árabes construyeron la primera gran jabonería europea en la ciudad
de Sevilla. No es de extrañar que fuera así, debido a la cantidad de olivares
de esa zona, que proporcionaban las materias primas necesarias a la
saponificación. Este producto se conocería más tarde como jabón de Castilla,
aunque en Sevilla se siguió llamando por su nombre árabe, almona (fábrica de jabón).
El monopolio del jabón de
Sevilla, ostentado por los marqueses de Tarifa en el siglo XVI, fue ampliado
hasta América después de la conquista. En este mismo siglo ya se exportaba este
“sapo
hispaniensis” o “sapo
castilliensis” al Reino Unido a través de Amberes. El jabón de Castilla, al
provenir de aceites vegetales en vez de grasas animales, podía utilizarse en la
higiene personal. Fue así que los europeos se volvieron más limpios y empezaron
a desaparecer las grandes pandemias.
Las famosas fábricas de jabón de Marsella se establecieron en el siglo XIV. Este jabón tradicionalmente se fabricaba
con aceite de oliva, agua del Mediterráneo y sosa cáustica proveniente de
cenizas del laurel. Como el de jabón de Alepo, también se sigue fabricando hoy
en día.
Jabón árabe de Alepo (Siria)
Las jabonerías americanas
En 1575 se construyó una
almona en la Ciudad de México.
El jabón que se fabricaba en ella era el que usaban los mexicanos, hecho a
partir del tequesquite,
un mineral rico en sosa, y algunas plantas. En el siglo XVII se sabe de la
existencia de una jabonería en Guayaquil que fabricaba jabón a partir de sebo
de vacas y cenizas de yerba.
Parece ser que en este mismo
siglo, en 1682, Luis XIV hizo guillotinar a tres fabricantes cuyos jabones le
habían irritado la piel.
Tanto los jabones de tocador como los detergentes
parten de la misma base, la diferencia está en que los jabones se fabrican a partir de sustancias naturales, como
grasas animales y vegetales, mientras que los detergentes se elaboran a partir
de materias primas sintéticas.
El jabón es básicamente una sal soluble en agua, y que es obtenida por la
transformación química de las grasas, conocida como saponificación. La saponificación es la
reacción de una solución alcalina con las grasas animales y vegetales (sebo y
aceites).
La química del jabón
En 1791 el químico Nicolas Leblanc inventa un procedimiento para obtener carbonato de sodio a partir de la sal marina, lo que simplificaba y abarataba el proceso de obtención de la sosa. En 1823, Eugène Chevreul demuestra que las grasas están formadas por una combinación de glicerol y ácidos grasos (oleico, margárico y esteárico) y explica así químicamente la reacción de la saponificación descubierta por los sumerios.
En presencia de la sosa cáustica, los cuerpos grasos se dividen en sus componentes. El carbonato de sodio, al reaccionar con los ácidos grasos proporciona estearatos, margaratos (sales) y oleatos, es decir, al jabón. Así, de la grasa y de la sosa se obtienen jabón y glicerol.En el siglo XIX, los aceites de copra (pulpa seca del coco) y aceites de palma que venían de las colonias, se empezaron a emplear en la fabricación de los jabones.
Desde los años 30 del siglo XX, el jabón tradicional tuvo que competir con los tensioactivos sintéticos que se utilizan hoy en día en los detergentes, productos de limpieza, jabones y champús, que además son altamente contaminantes.
1. Se
hierve la grasa en grandes calderas, se añade lentamente sosa cáustica (NaOH) y
se agita continuamente la mezcla hasta que comienza a ponerse pastosa. La
reacción que ha tenido lugar recibe el nombre de saponificación y los productos
son el jabón y la lejía residual que contiene glicerina: grasa +
sosa → jabón + glicerina
2. El
jabón obtenido se deposita en la superficie en forma de gránulos. Para que
cuaje de una manera completa se le añade sal común (NaCl). Esta operación
recibe el nombre de sangrado o salado; con ella se consigue la
separación total del jabón (que flotará sobre la disolución de glicerina), de
sosa (que no ha reaccionado) y de agua.
3. Ya
habiendo realizado el sangrado, el jabón se pasa a otro recipiente o vasija
donde se le pueden añadir perfumes, colorantes, productos medicinales, etc.
Entonces, todavía caliente, se vierte en moldes, se deja enfriar y se corta en
pedazos.
¿Cómo
podríamos reciclar el aceite que utilizamos en la cocina?
Para que nuestra conciencia despertara del sueño
profundo, que nos hizo llevar a una completa dejadez sobre nuestro compromiso
de trabajar respetando la realidad de que nuestro planeta es la cuna de la
vida, fue necesario que nuestras últimas generaciones presenciasen las
situaciones alarmantes que se ven por el mundo.
Es de mucha importancia que nuestra especie ponga la
atención en la necesidad de reciclar. En nuestros hogares, aun estamos lejos de
la labor de autocrítica y compromiso con el medio ambiente. Desconocemos muchas
cosas sobre el reaprovechamiento de lo que tiramos.
En este trabajo, dejamos unos consejos prácticos sobre
cómo reciclar uno de los productos más usados en nuestro día a día. Hablamos
del aceite doméstico, el residuo urbano más contaminante.
Cada persona consume al año 20 litros de aceite de los
cuales, 4 litros se pierden por los desagües. Aun hay mucha gente que, ante el desconocimiento, después de
freír algo en la sartén, echa por el desagüe el aceite que le ha sobrado. Ese
sencillo e inocente gesto provoca que cada litro que vertemos contamine hasta
1000 litros de agua.
Además no solo se ceba con el agua, puesto que también
provoca daños en las tuberías de nuestros hogares y costosas averías en las
depuradoras. Depurar un kilo de grasa cuesta 2,5€ y es un dinero que pagamos
entre todos.
Por todo esto debemos aprender a reciclar el aceite
doméstico. ¿Cómo podríamos reciclarlo? Pues la respuesta es muy simple: fabricando nuestro propio jabón.
Nota 3: En
España, por ejemplo, hay contenedores especiales para el aceite doméstico en
las ciudades. Con todo el aceite que se recicla, se fabrica el combustible
biodiesel que expulsa entre un 85 y un 90% menos de emisiones de gases de
efecto invernadero que el gasoil. Aproximadamente, por cada 3 litros de aceite
se pueden conseguir 2 litros de biodiesel. Además de este tipo de carburante,
también se pueden conseguir barnices, cosméticos, pinturas, cera, detergente,
velas, abono orgánico e incluso fármacos.
Preparado
de jabón de lavar, en tacos
Para hacer jabón solo necesitamos un poco de aceite
usado, agua y sosa cáustica (hidróxido de sodio), producto que podemos
conseguir en las droguerías.
Si se hace con aceite de
oliva, es jabón de Castilla; se le puede agregar alcohol,
para hacerlo transparente; se le pueden añadir perfumes, colorantes, etc.; sin
embargo, químicamente, es siempre lo mismo y cumple su función en todos los
casos
-
Un barreño de plástico o recipiente de barro;
-
Un palo o cuchara de madera;
-
Una caja de madera;
-
3 litros de aceite;
-
3 litros de agua;
-
500g de sosa en escamas (hidróxido de sodio);
Nota 4: La sosa es altamente corrosiva y debemos evitar que entre en
contacto con la ropa o con la piel. En caso de contacto, lavaremos las manos
inmediatamente con agua abundante y jabón.
Procedimiento
Echamos en el barreño el agua y añadimos la sosa con
mucho cuidado para no quemarnos la piel. Se producirá una reacción química con
desprendimiento de calor. Vamos removiendo el producto con la cuchara de madera
y a seguir, añadimos poco a poco el aceite, sin dejar de remover en ningún
momento, siempre en el mismo sentido. Seguiremos este proceso durante una hora,
aproximadamente.
Cuando aparezca una espesa pasta blanquecina habremos
conseguido nuestro objetivo. En caso de busquemos un jabón más blanco, debemos
agregar un poco de blanqueante, y si lo queremos transparente, basta un poco de
alcohol. Luego, un poco de colorante alimenticio o esencia natural para dar
aspecto y aroma.
A veces ocurre que por mucho
que removamos, la mezcla está siempre líquida, el jabón se ha “cortado” (hay
que remover siempre para el mismo lado, porque de lo contrario se puede
"cortar" el jabón). No lo tires, pasa la mezcla
a una cacerola y calienta en el fuego de la cocina. Removiendo de nuevo
aparecerá al fin el jabón.
Finalmente, echamos la pasta
obtenida en la caja de madera para que vaya escurriendo el líquido sobrante. Al
cabo de dos días podemos cortarlo en trozos con un cuchillo. Ya tenemos, por
tanto, el jabón para utilizar.
Veremos que el jabón
conseguido es suave al tacto. Eso es debido a la glicerina que se obtiene como
subproducto de la reacción.
Preparado
de jabón de tocador
El procedimiento de elaboración del jabón de tocador es
el mismo que para el jabón de taco. Aquí lo que cambia son los aceites y un
cuidado más esmerado en la hechura.
En el jabón de tocador los ácidos grasos de los aceites,
al igual que en el caso del jabón de taco, se encuentran unidos a la glicerina
por lo que, para formar un jabón, debemos romper esa unión, y producir la
saponificación de la mezcla.
La técnica en la fabricación de un buen jabón de tocador
es más apurada por la necesidad de un conocimiento profundo de las propiedades
de los aditivos, pues lo que se busca es un jabón con unas características
concretas para un determinado tipo de piel. Para tal fin, podemos añadir, por
ejemplo, aceite de caléndula, harina de avena, manzanilla, té verde, té negro,
verbena, aceite de yoyoba, aguacate, germen de trigo, miel, gel de aloe vera,
sal marina, chocolate, colorantes, etc.
Se puede añadir a cualquier tipo de jabón de tocador un poco de aceite
de coco, ya que da espuma. La gente, erróneamente, piensa que la espuma es la
que limpia, lo que no es cierto, pero a la gente le gusta que sus jabones
desprendan un poco de espuma. Además, el coco proporciona “solidez” a la
pastilla, por eso en muchos casos se usa como aceite de base.
Nota 5: Normalmente la mezcla de los
productos se hace en caliente, pero se pueden hacer en frio. El fabricar los
jabones en frio es para que el producto final mantenga toda la glicerina que se
desprende del proceso de saponificación, de ahí que los aceites y la sosa se
mezclen a una temperatura, llamemos templada.
En fin, debemos tener claro que el reaprovechamiento de
los desechos que producimos es muy importante para un desarrollo humano
sostenible. Cualquier asentamiento social viabiliza un resultado positivo en
cuanto a la calidad de vida, si tiene presente que el planeta responde
concomitantemente con nuestras acciones; son respuestas simultáneas las que
recibimos, por lo que queda aquí una reflexión: ¡Piensa en lo que le regalas a
la naturaleza, pues ella actuará regalándote lo mismo, de forma duplicada!
REFERENCIAS:
http://www.jpimentel.com/ciencias_experimentales/pagwebciencias/pagweb/la_ciencia_a_tu
_alcance/Experiencias_quimica_fabricacion_de_jabon.htm
http://www.ojocientifico.com/3668/historia-del-jabon
es.wikipedia.org/wiki/Jabón
http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/Practica/PR-21/PR-21.htm
ILUSTRACIONES:
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